La banda sueca Tungsten da un paso firme hacia una nueva era musical con su más reciente lanzamiento, The Grand Inferno, una obra que demuestra que no necesitan seguir modelos preestablecidos para brillar con luz propia. Este álbum se presenta como una declaración de independencia creativa, con una mezcla de potencia, experimentación y melodías inolvidables.
El disco arranca con Anger, un tema que atrapa desde su primer instante gracias a un estribillo pegadizo y vocales armonizadas que funcionan como una verdadera droga auditiva. Su efecto hipnótico se prolonga en el tercer track, Lullaby, donde una niña recita un mantra que vuelve a resonar en el estribillo, creando un recurso inteligente y envolvente que da a la pieza un aire experimental y perturbador a la vez.
El título del álbum es más que acertado para describir su contenido. La canción homónima, ubicada en la cuarta posición, funciona como una plegaria dinámica que vibra con momentos casi religiosos. Desde la primera escucha, The Grand Inferno transmite la convicción de que aún es posible hacer música con el corazón, y no hace falta ser fan de Tungsten para dejarse llevar por su poderío.
Otro punto alto es Vantablack, un tema futurista que parece sacado del catálogo musical de dentro de mil años, cargado de atmósferas oscuras y contundentes. Para los amantes de lo más experimental, Me, Myself, My Enemy destaca como una pieza inquietante, casi radioactiva, con una progresión sonora que mezcla elementos juguetones y peligrosos, generando un clima único y envolvente.
Aunque los tracks 9 y 10 quedan en segundo plano para evitar spoilers, el cierre del álbum con Angel Eyes ofrece una despedida sublime, un contrapunto perfecto al inicio con Anger, cerrando así un ciclo sonoro intenso y memorable.
The Grand Inferno es un testimonio claro de que Tungsten está listo para marcar un camino propio, combinando fuerza, originalidad y una exploración sonora que confirma su lugar destacado en la escena metalera actual.